¿Es urgente?

Llamas por teléfono varias veces seguidas y a la tercera, por fin, me cogen el teléfono.

–Sí, dígame.

–Soy Carmen, de…

–Ah! Hola Carmen, disculpa pero estoy reunida, te llamo en cinco minutos.

Lo que iban a ser cinco minutos fue más de una hora. Cuando a la hora me devuelve la llamada, le dije que ya no necesitaba nada, que iba a publicar un artículo al día siguiente en relación a una nota de prensa que me había enviado, pero que ya era tarde porque la edición del periódico del día siguiente estaba cerrada.

–Vaya, perdona, no sabía que te corría tanta prisa.

–Tampoco me diste la opción de decirte nada (pensé). No te preocupes, gracias de todas formas.

Cuando envías una nota de prensa a los medios de comunicación, lo normal es que los medios se interesen y quieran realizar alguna entrevista, por lo tanto, hay que atenderles debidamente y dejar las reuniones para otro momento, o reunirse con los jefes a sabiendas de que te van a bombardear el teléfono con llamadas, o lanzar la nota de prensa cuando no tengas reuniones y estés libre. Otra opción es facilitar en la misma nota de prensa el teléfono de contacto de la persona a la que entrevistar, que habría que avisar con tiempo para que esté totalmente disponible si le llaman desde algún medio de comunicación, y olvidarte.

Volvamos al principio. A la tercera va la vencida. Tuvo que sonar el teléfono tres veces para que me lo cogiera y fue un milagro que lo hiciera porque, si estaba reunida, podría haberlo puesto en silencio. Pero quiso descolgarlo dada mi insistencia, a pesar de no conocer el teléfono desde el que le llamaba. Cualquiera con sentido común sabe que cuando una persona insiste es porque algo quiere de ti y quizá es urgente. La conversación podría haber cobrado otro talante:

–Sí, dígame.

–Soy Carmen, del diario X.

–Ah! Hola Carmen. Mira, estoy reunida. ¿Te puedo llamar más tarde o es algo urgente?

–Pues mira, la verdad es que me corre un poco de prisa. Me gustaría localizar a este médico que aparece en la nota de prensa lo antes posible, porque antes del mediodía necesito entrevistarle para publicarlo en el diario. ¿Me lo gestionas?

–Sí, claro, ahora mismo le llamo por teléfono y le digo que le vas a llamar. Lo puedes localizar en el: XXX XXX XXX

–Muchas gracias. Ya siento haberte interrumpido y las prisas, pero ya sabes que siempre vamos a mil.

–No te preocupes. Gracias a ti. Avísame cuando se publique.

–Por supuesto. Cuenta con ello. Un beso.

–Un beso.

Calculando el tiempo de conversación, no excede los dos minutos. Y dos minutos arriba, dos minutos abajo, ya que descuelgas el teléfono, al menos dame la opción de poder explicarte la razón de mi llamada. Porque, en última instancia, lo que te interesa es mantener una buena relación con los periodistas y que cuantos más medios entrevisten al médico, mejor. Salimos todos ganando.

Carmen Cáceres Calle

El jefe encubierto

‘Undercover Boss’ es un programa televisivo que debutó en Estados Unidos con unas audiencias espectaculares, batiendo todos los récords. Jefes de medianas y grandes empresas se infiltran en su propia compañía como si fueran un empleado más. Habitualmente, los jefes siempre tienen su tiempo ocupado con importantes reuniones de trabajo, comidas de negocios y viajes, por lo que les resulta muy difícil conocer el día a día de su empresa y de su gente. Es por ello que se transforman, durante un tiempo, en uno más de la plantilla, abandonando sus despachos y sus elegantes trajes para incorporarse a trabajar como uno más en uno de los puestos más duros y peor pagados. De esta manera, el jefe descubre cómo es su plantilla. Y se lleva grandes sorpresas porque no hay nada mejor que ponerse en la piel de otro, y más cuando se trata de un trabajador de tu propia empresa.

Ese combinado de experiencia empresarial, conocimiento personal e interacción entre personas es genial. Empieza el programa con una transformación física del jefe para no ser descubierto por los empleados. Cambia de look radicalmente y cuando entra en su negocio se da a conocer como otra persona que ha venido a trabajar allí. Pasan los días y los trabajos a veces son más duros de lo que se pensaba, pero el jefe sigue dándolo todo y eso le permite conocer cómo son los empleados y las historias personales de cada uno de ellos. Ésa es la mejor parte, cuando los empleados empiezan a coger confianza con el “nuevo” y le cuentan su vida.

Hay historias escalofriantes que no dejan indiferente ni al jefe más duro que pueda existir, por no decir que a más de uno se le entrecorta la voz y se echa a llorar durante el programa. De esas historias personales y reales, me llamaron la atención algunas: una chica de 29 años con tres hijos que vive en un alberge porque no puede pagar una casa; un hombre que tiene dos trabajos para poder sacar a su familia de cinco hijos adelante, que apenas ve y no entiende de vacaciones; un chico que perdió a su madre en el 11S; un hombre encarcelado por tráfico de drogas en el pasado que decidió cambiar su vida cuando durante el juicio miró a su hija pequeña y pensó que no la vería crecer, fue lo que le llevó a ponerse a trabajar; un empleado que tiene una esposa con cáncer de pulmón y estuvo a punto de perderla porque no podía costearle el tratamiento; una pareja de ancianos que tienen una franquicia y han tenido que poner todos sus ahorros en el negocio porque les va realmente mal y no ven salida, etc. Y como éstas, millones y millones de historias que salen a relucir en este programa, además de las situaciones laborales de cada uno. Hasta que el jefe no trata con esos empleados es incapaz de darse cuenta de que algo tiene que hacer, algo hay que cambiar en sus trabajos para mejorar la vida personal  de tanta gente que depende de él y sabiendo plenamente que esas personas se matan diariamente por sacar adelante su negocio.

A lo largo del programa se va viendo cómo el jefe pasa por una fase de “estoy en deuda contigo y de alguna forma te tengo que pagar, porque no te mereces esta vida”. Entonces, se cita con cada uno de los empleados, sin ningún tipo de disfraz, y cuando ven que el “nuevo” era su jefe no dan crédito, incluso algunos se muestran avergonzados. La parte más humana del programa es el final, cuando el jefe habla con cada uno, les explica en qué les ha ayudado y cómo ha cambiado su visión de la empresa y decide tanto ayudarles económicamente -porque es consciente de lo que está pasando cada uno en su empresa y en sus familias- como ofrecerles un mejor puesto de trabajo dentro de la compañía.

Todos los jefes deberían ver este programa para saber que tratan con personas, cada una con una situación diferente y más o menos necesitado, y para que mejoren los resultados necesitan que los empleados estén motivados y sean felices –con un sueldo acorde al trabajo desempeñado y un horario laboral que les permita conciliar vida laboral y familiar-, porque no toda la vida es trabajo.

Carmen Cáceres Calle

Incorporación laboral

¿Cuánto tarda la gente en incorporarse a su puesto de trabajo después de las vacaciones? Depende de la persona. Según un estudio propio elaborado tras cuatro años de andadura en el mundo laboral, la mayoría necesita un mes más para aterrizar después de las vacaciones, ya que ponerse a pensar qué hacer y hacerlo es una labor bastante costosa. El mes de septiembre es clave: vuelta al trabajo y vuelta al cole. Por lo general, los padres vuelven antes que los niños y esto les produce celos. Por eso se niegan a trabajar y van al trabajo para no hacer nada. Es por ello que reclaman que el Gobierno tome medidas al respecto ya que el gasto por niñera o guardería aumenta considerablemente el gasto medio por niño durante ese mes, al que hay que sumarle uniformes y material escolar. Otros le echan cara y nada más pisar el trabajo se piden la baja por catarro -dícese de fosas nasales obstruidas por la llorera producida por negarse a volver al trabajo- o gastroenteritis –dícese del abuso de comida y bebida durante el verano que aparece justo el día de la vuelta al trabajo-. Este grupo es el más afectado por el conocido síndrome post-vacacional.

Otros necesitan menos tiempo, calculo que unos quince días, porque el cerebro, antes de ese tiempo, no es capaz de asimilar información alguna ni conectarse con el jefe, los compañeros y la tarea a desempeñar, siendo la primera de todas la de encender el ordenador. Primero hay que desconectar de las vacaciones para conectar con el trabajo, pero esa tarea –aparentemente fácil- se ha convertido en una ardua tarea para los jefes que, antes del inicio de septiembre, han puesto en funcionamiento novedosas medidas como los tickets regalo e invitaciones a comidas, de manera que sus empleados asocien el trabajo con el disfrute a gastos pagados durante un mes. La aplicación de campos electromagnéticos en el cerebro no ha dado los resultados esperados, consiguiendo el efecto contrario: que el cerebro no mande señales a brazos y piernas, causando inmovilidad y somnolencia (lo que en cristiano significa dormir la siesta en pleno trabajo bajo la excusa de Rambo: no siento la piernas).

Por último, quedan unos pocos a los que les gusta trabajar y les saca de quicio que un 85% de los españoles, con actitud típicamente funcionaral, algunos sin serlo, se las traigan con esas. A ellos no les cuesta incorporarse, es más, vuelven antes de las vacaciones no por la temida “operación retorno” y el riesgo de accidentes de tráfico, sino para ir preparándose para tener una entrada triunfal en el trabajo con las pilas Duracell 100% recargadas y con el cerebro puesto a punto para retomar las tareas. Estos suelen hacer las compras de uniformes el fin de semana previo a su incorporación laboral porque el tiempo es oro y por si pillan algo de rebajas. Además, tampoco entienden lo que es ponerse enfermos, ni por qué sus compañeros tardan en reaccionar cuando les emiten un sonido: “préstame un boli”, “mírate este documento”, “tráeme los resultados del proyecto”…

Estos resultados ponen de manifiesto lo que ya conocíamos: que, por suerte o por desgracia, todos tenemos que convivir laboralmente hablando y más de uno vive en la cafetería y lo hace para evitar que lo localicen para así poder trabajar menos. Y lo que peor sienta es que una persona no desempeñe su trabajo cuando está en el trabajo y encima cobre por ello. España, país de tontos. Trabajan los que no quieren y no trabajan los que quieren. Qué fácil es poner la mano a final de mes.

Carmen Cáceres Calle

Como leones rugientes

Voy a tener que ir patentando mis ideas porque te las roban en un pestañeo. La gente tiene más cara que espalda, hasta los compañeros de profesión. ¿De quién se puede fiar uno? Pues ni de la propia sombra. La gente se pasa la ética y la justicia por el forro. Les da igual ocho que ochenta. Y yo que pensaba que sólo robaban los políticos y la Junta de Andalucía, pues se ve que no se salva ni el tiritato. Lo de ponerse en el lugar del otro, ¿para qué? A la mayoría incluso le suena a chino. Con este individualismo estamos perdidos. Siempre me han dicho que “no hagas a los demás lo que no quieras que hagan contigo”. Pues eso.

Carmen Cáceres Calle

Ginecólogo

El día de mañana quiero un ginecólogo que proteja la vida de quien llevo dentro; que no me reciba en su consulta para decirme solo aspectos negativos de haberme quedado embarazada; que no vea mi embarazo como un peso que hay que quitar del medio cuanto antes, porque él lo ve desde fuera pero yo lo vivo desde dentro; que no me aconseje el aborto como la salida más fácil si el feto viene con problemas; que tenga la suficiente profesionalidad para decirme qué problema real tiene el feto -si es que viene con alguno- y no diga de primeras que es un Síndrome de Down o que padece una malformación congénita; que no me meta más miedo en el cuerpo del que ya tengo; que sea tan médico como humano; pero, sobre todo, que me apoye a lo largo de esos nueve meses como lo haría mi marido.
Saber que en las manos de los ginecólogos están las vidas de la sociedad del futuro es esperanzador y a la vez alarmante porque algunos de ellos no se merecen ni siquiera tener ese título profesional. La vida no es un negocio y mucho menos un negocio de la muerte.
Cada vez más mujeres buscan una segunda opinión médica porque el primer ginecólogo que visitan les muestra un panorama tan desolador que verdaderamente es para echarse a llorar, plantearse grandes atrocidades –como el aborto- o para caer en una profunda depresión. El segundo ginecólogo, ya de confianza y aconsejado por una amiga que también es madre de familia, es el gran salvador de esta sociedad. Gracias a él la madre decide seguir adelante con el embarazo, bien porque el otro ginecólogo estaba en el error (no sabemos si con conocimiento de causa o sin él), porque al final resulta que el niño está perfectamente formado o porque, aunque el niño venga con problemas, es tal el apoyo psicológico y el cariño que esa madre recibe que se podría decir que es lo que le empuja y anima a no desentenderse de esa vida humana que es su propio hijo.
La realidad de la vida es que hay historias para no dormir de mujeres embarazadas que visitan al ginecólogo. En función de quién te atienda y según sus intereses personales, profesionales y económicos, así como de sus convicciones personales -todo hay que decirlo-, llevas las de ganar o las de perder, como si de un juego se tratara. Sin embargo, la vida humana tiene poco de juego. Hay ginecólogos que juegan con la vida de los demás, pero hay otros que se toman en serio tu caso en concreto, le importas y hacen todo lo que esté de su mano por sacar adelante la vida del concebido y la de la madre -si es un embarazo de riesgo-, porque bien saben ellos que toda vida merece la pena de ser vivida.

Carmen Cáceres Calle

Termina el año

«Sé amable, pues cada persona con la que te cruzas está librando una dura batalla».

Cuando está a punto de terminar el año, muchos padres de familia no solo están ultimando las compras para la cena de fin de año sino que están cerrando las cuentas con el banco. ¿Cuánto tengo? ¿Con qué cantidad de dinero cuento para la cuesta de enero? ¿He pagado todo lo que tenía que pagar? Balance también con el trabajo. ¿He llegado a todos los objetivos que me marqué a principios de año? ¿Cuántos clientes me han sido fieles y cuántos he perdido por la dura competencia?

Algunas empresas suelen dar premios a los trabajadores que más venden o a los que consiguen más clientes. Una meta que motiva a los empleados que luchan todo el año con valentía y decisión para alcanzar ese objetivo. El premio es de 4.000 euros y siempre lo gana la misma persona: un padre de familia muy trabajador, conocido por su profesionalidad y don de gentes. Nada se le pone por delante para luchar, salir a la calle, buscar nuevos clientes y atender a los que ya tiene de manera personalizada, precisamente porque le interesa que estén a gusto y encantados con el producto o servicio que les presta.

¿Pero sabéis lo que hace cada año que gana ese premio? No viaja, tampoco le da una tarjeta regalo a su mujer para que se compre ropa, ni se encapricha con una moto. Lo que gana le sirve para seguir pagando. C’est la vie de los padres de familia. Trabajar todos los días por sacar adelante a su familia y llevar dinero a casa. Él ha tenido la suerte de dar con una empresa que premia la profesionalidad y lograr los objetivos marcados. A otros les llega la paga extra en Navidad y en verano, pero algunos se tienen que conformar con no ganar nada extraordinario.

Cuando ves que todos los años alcanzas lo que muchos de tus compañeros consideran inalcanzable, cuando trabajas cada día y cada mes con todo tu empeño y todas tus fuerzas no solo para poder alcanzar los retos que se han marcado sino poder superarlos, y cuando ves que todo el 2013 la gente ha estado mirando el bolsillo más que nunca para poder ahorrarse unos euros porque la economía sigue en crisis, entonces es cuando te das cuenta de que por primera vez no vas a alcanzar la meta, ni ganar para seguir pagando. Al menos a este hombre le queda la satisfacción personal de haber hecho todo lo que estaba de su mano.

¿Cuántas batallas hay en la vida? Incontables. ¿Cuántas batallas tendremos que ganar el año 2014? Si se puede, todas.

Carmen Cáceres Calle

Referencias

“¿Y usted? ¿Tiene referencias?” Así termina un mítico anuncio de Coca Cola y así empiezo este nuevo post. Si tuvieras que elegir un número del 1 al 10 en cuanto al orden de importancia a la hora de encontrar trabajo, ¿qué le darías a las referencias? Más de uno respondería que un 10. Tener referencias a día de hoy es fundamental para no comerse un rosco en el mundo laboral y comérselo por Navidad, que es la fecha ideal. Desde un amigo de tu padre hasta la vecina pueden abrirte la posibilidad de adquirir un nuevo trabajo. La fórmula es sencilla: el boca a boca. Hay un hueco en esta empresa, se busca un nuevo perfil para un determinado puesto, se va a abrir una nueva tienda, hace falta más gente porque están en plena expansión… Todo esto y mucho más llega a nuestros oídos, nos lo comentan personas que nos vamos cruzando en nuestra vida, por si da la casualidad de que conocemos a alguien que esté buscando trabajo.

Claro, antes que acudir a una eterna bolsa de empleo a encontrar al mejor candidato, acudo a un amigo o conocido para ver si me ayuda más rápido y así me ahorro de perder el tiempo entre currículos. Y no solo eso, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Total, que si tienes referencias de un amigo ya estás dentro de la empresa. Por eso hay que tener buenos amigos y rodearse de buena gente, porque el día de mañana quién sabe si te sacarán de la cola del paro o te pondrán en bandeja un trabajo más digno, económicamente hablando.

Es relativamente fácil tener amigos y multitud de referencias de personas que te conocen o han trabajado codo con codo contigo. La cuestión no es esa. La cuestión es que ahora viene lo más difícil para esa persona que acaba de encontrar un puesto de trabajo gracias a su amigo: hay que demostrar que vales y que lo que dicen de ti es cierto. No te vayas a dormir en los laureles porque ahora te ponen a prueba.

Muchas veces quizá las empresas dicen que sí a un candidato por lo pesados que son algunos de sus conocidos y porque prefieren en su empresa a uno con referencias que a uno de la calle. La calle está fatal, solo hay que salir para verlo, y el trabajo está que arde. Quien no roba cobra en B y, por eso, antes de que me desvalijen la empresa prefiero a alguien de confianza. Los contactos y las buenas referencias ayudan, pero no hay que olvidar que lo mismo te enchufan que te desenchufan con la misma rapidez, precisamente porque las empresas tienen muchos amigos y conocidos. No desaproveches esa oportunidad que te ha brindado un amigo, familiar o vecino gracias a otro amigo o conocido porque en el fondo, al final, el trabajo es una larga cadena de favores.

Carmen Cáceres Calle

Profesionales chapó

No quepo de alegría al conocer la trayectoria profesional de mis compañeros de clase de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Con apenas 25 años, si los han cumplido ya, están despegando de una forma vertiginosa. Algunos empezaron en 4º de carrera, cuando les compraron el proyecto fin de carrera, me refiero a la revista de deportes Quality Sport. Otros están comenzando ahora a sobresalir y quién sabe si algún día serán grandes, mucho más de lo que son ahora.

Álvaro Anguita (Alo para los amigos) está feliz, muy feliz. Después de mucho tiempo peleando por hacerse un hueco en el mundo de los blogs, por fin ya es colaborador-corresponsal de ABC. Gracias a su cuenta de Twitter @Buenapublicidad, su página de Facebook «Me encantan los buenos anuncios» y a la ayuda de su amigo y también nuestro compañero de clase, Xabi Colmenero, podrá escribir sobre publicidad y creatividad con total libertad, en una de las mejores cabeceras de España.

ABC

Alejandro Palacios (Alex para los amigos), también está pletórico de alegría. Le acaban de escribir de Periodista Digital para hacerle un blog personal dentro del periódico y subir sus viñetas cristianas semanalmente.

Viñetas

Sin duda, estos son dos ejemplos de una lista que en unos pocos meses o años irán in crescendo. Son profesionales chapó, trabajadores natos, enamorados de su profesión, con una exquisita formación y eso, se nota. ¿Qué más se puede pedir? Enhorabuena!

Carmen Cáceres Calle

A por uvas

Vaya entrada de año en Andalucía. No sé a vosotros pero a mí me ha dado la risa cuando he leído el titular de que roban una tonelada de hachís en la Aduana de Huelva durante las doce campanadas. Si es que lo que no pase aquí… O los ladrones son expertos o los trabajadores son de todo menos trabajadores. Y ahora estará la excusa de «es que estábamos celebrando la entrada de año». Pues menuda entrada triunfal de año con drogas que regresan al mercado negro después de ser incautadas. Menuda gracias después de todo el trabajo de investigación que lleva consigo poner punto y final a peces gordos y kilos de hachís. Lo mejor de la noticia es que, en el momento del robo, no se encontraba ningún funcionario en el inmueble. Vaya por Dios. ¿Dónde andaría? Claro, tomando las uvas.

Que no nos enteramos que cuando hay que vigilar, hay que vigilar. Al igual que un médico que está de urgencias en nochevieja solo se toma las uvas siempre y cuando no haya pacientes que requieran de su atención (o al menos debería de ser así), pues lo mismo en la Aduana más perdida del planeta tierra. En Andalucía, hasta que pasan estas cosas no nos enteramos, pero me atrevería a decir que ni aun pasando estas cosas aprendemos, porque el funcionario estaba a por uvas y seguirá estando a por uvas, sea en fin de año o cualquier día del mismo.

Lo más fuerte de este asunto es leer que carecemos de un horno para incinerar la droga, por lo que los alijos pasan meses a la espera de que el Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado (CICO) autorice un traslado con miles de kilos de droga hasta Asturias para su destrucción. No sé si Asturias es la única comunidad que tiene ese horno, pero algo habrá que hacer. Desde luego, esperar a tener kilos de drogas (en plural) me parece una barbaridad, sobre todo, si los pocos que incautan están tanto tiempo en la Aduana que a los ladrones les da tiempo hasta de fumársela. En fin, una historia para escribir un libro. Feliz inicio de 2013. Andalucía, por el momento, no tiene drogas incautadas ni horno, quizá por el poco tiempo que nos duran en manos de la policía. ¿Seremos los primeros alguna vez en algo?

Endogamia

La endogamia es una actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución. Por suerte o por desgracia, dependiendo del prisma por donde se mire, la mayoría de los sevillanos somos así. Lógicamente, habrá de todo pero, por lo general, Sevilla es una ciudad muy «echá pa’ lante», pero muy suya. Esto tiene tanto su parte positiva como su parte negativa. La positiva es que sacamos las uñas y los dientes para defender lo nuestro, nuestras raíces, nuestras costumbres, por ejemplo, las procesiones, la feria de Abril, la historia de nuestra ciudad; y a ver quién tiene narices de quitarnos algo, de cambiar lo más mínimo o de criticar a esta ciudad porque, directamente, te la estás jugando. Si no, que se lo pregunten a los políticos. Todavía recuerdo la época en que saltó a debate en la opinión pública el tema de los crucifijos en las aulas y el Señor Alcalde -ya que estaba en boca de todos quitar a Dios del medio-, hizo ademán de plantear eliminar las procesiones de esta ciudad. Vamos, casi le crucifican. ¿A quién se le ocurre? ¿Quién es el alcalde para eliminar siglos de historia de esta ciudad? Tiene que ser realmente difícil gobernar Sevilla porque la gente, si algo tiene, es que no se calla. Cada vez que se va a modificar algo en la ciudad, por muy pequeño que sea, los sevillanos siempre tienen algo que decir. Si no les gusta, se echan al cuello de más de uno, y si están en contra, mueven Roma con Santiago y todo lo que haga falta para salirse con la suya. Mucho ánimo, Zoido, porque hay que estar metido de lleno y hasta el fondo en esta ciudad, vibrar con lo que vibramos y sentir con lo que sentimos para no fastidiarla. La parte negativa es que estamos tan encerrados en «lo nuestro» que cuando viene alguien de fuera a vivir a Sevilla, entre otras cosas, las pasa canutas, porque está más perdido que el barco de vapor; y no precisamente por el acento, sino porque siempre salimos por la tangente. No hay quien nos pille. En algunas ocasiones, he escuchado que a los sevillanos no se nos puede hablar de frente porque nos sienta fatal; es más, al minuto uno o te dejamos con la conversación en la boca mandándote a paseo, o te tachamos de borde. ¡Ojo! Y como un sevillano te encasille, prepárate para hacer las maletas y emigrar porque la voz corre como la pólvora (exagerando un poco). Se nos tiene que hablar con mano izquierda y con rodeos. De hecho, resulta llamativo cómo cuando alguien del norte de España conoce a un andaluz, al final siempre acaba concluyendo lo mismo: «Eres muy divertido, simpático, extrovertido y mil adjetivos más, pero en el fondo no te conozco, no sé quién eres, no sé cómo piensas». En fin, como ya dije antes: no todos somos así. Somos un poco cerrados de mente para lo que no conocemos, por la sencilla razón de que no nos fiamos. Algo comprensible pero, al final, si uno no se abre, pues no está dispuesto a conocer y así nos podemos llevar toda la vida, como una pescadilla que se muerde la cola. Esa actitud de rechazar que alguien forme parte de tu grupo o institución puede reflejarse en dos ejemplos: dentro de tu grupo de amigos y en una empresa. Las pandillas en Sevilla normalmente están cerradas, es decir, siempre nos rodeamos de los mismos, de gente con la que tenemos algo en común: ser de la misma ciudad, estudiar lo mismo, tener unas ideas parecidas o llevar el mismo estilo de vida. No hay nada de malo en eso, todo lo contrario, uno tiene que ser amigo de sus amigos pero, el hecho de abrirnos a gente distinta de nosotros (sea de Sevilla o no) nos da la oportunidad de conocer a gente diferente, de ampliar horizontes, de aprender cosas nuevas, en definitiva, de ir más allá de lo conocido para descubrir nuevos paraísos intelectuales, profesionales, humanos y espirituales. Lo mismo en el caso de una empresa. Me llamó la atención cuando coincidí en una comida con el rector de la Universidad de Loyola, Gabriel Pérez Alcalá, que decía que el gran problema de la Universidad de Sevilla era la endogamia. Comentaba que ellos, actualmente, se encontraban contratando a personal docente para incorporarlos al próximo curso 2013 (año en el que comenzaría su andadura esta Universidad) y que optarían por ver los currículo más interesantes, sin importarles que fueran o no nacidos en Sevilla. Vino a decir que si tienes un currículum de un profesor formado en Harvard y al lado otro de uno formado en Sevilla, pues nos quedamos con el de Harvard, por la sencilla razón de que está más y mejor preparado que el otro, y lo que buscamos en nuestra Universidad es la calidad docente. A un sevillano lo contrataría siempre y cuando esté muy bien preparado, formado y con un currículum que destaque. Por ser sevillano no le vamos a contratar, porque ya estamos cansados de los enchufes. Muchas veces pienso, ahora que estamos en tiempos de crisis, que algunos de los que entregan currículos (no solo los jóvenes) están más preparados que muchos de los que están dentro de las empresas, pero como el currículum se lo entregas a una persona, cuando ésta le eche un ojo (si se da el caso), inmediatamente lo tira a la papelera, vaya a ser que le quites el puesto o entres en la empresa, le hagas la competencia y destaques más. Y esto es así. Aquí se funciona mucho por enchufe y lo de menos es que estés preparado para el puesto en cuestión; o al menos, son pocas las empresas en Sevilla que valoran que estés cualificado.